Nadie duda de que estamos ante una de las mejores camisetas de la última década, incluso me atrevería a decir de la historia, de la ACB, y aunque sea un spoiler, veremos también una versión igual de bonita y más emotiva aún si cabe. San Pablo Burgos dio la sorpresa la temporada 2018-19 presentando su tercera equipación, una prenda que tenía la intención de representar a la ciudad burgalesa a través de su emblema más representativo, la Santa Iglesia Catedral Basílica Metropolitana de Santa María. No era casualidad la aparición de la catedral ya que coincidía con el VIII cententario del monumento y venía acompañada a su espalda de la bandera de Burgos, que además iba degradando hacia el color azul del club, pasando por un naranja que simbolizaba el amanecer de la masa social que rodea al equipo. Para dar la puntilla a esta preciosidad, San Pablo se hizo a un lado como patrocinador y cedió el protagonismo a Burgos en mitad de la camiseta.
Hay varias cosas que me extrañan en la carrera de Slava. Lo primero es que no saliera de su Ucrania natal hasta los veinticinco años siendo un pívot de 2,12 y 110 kg con buena movilidad, un jugador que impone en defensa y cerca del aro es una bestia, cualidades que valieron un MVP. Lo segundo es que siempre que ha estado en equipos de alto nivel no ha acabado de rendir como se esperaba, buena prueba de ello es la poca presencia que tuvo en la NBA con Pistons y Suns, tampoco consiguió hacerse con un contrato con CSKA tras fichar temporalmente en Moscú, y lo más definitivo es su extraño paso por España con cuatro equipos en dos años: Fuenla, Burgos, Zaragoza y Valencia, allí a pesar de lograr la liga y subcampeonato de Copa y Eurocup, no logró la renovación. Donde sí ha logrado destacar es en Asia, tras la NBA fichó en China haciendo buenos números, y actualmente se encuentra de nuevo en Phoenix, pero San-en NeoPhoenix, club de la liga nipona.
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