Hubo un tiempo en el que Reebok era uno de los sponsors más potentes de Europa con representación en las camisetas de Bolonia, Varese o Maccabi. En la temporada 2000-01 la marca americana todavía daba sus últimos coletazos, penúltimo año exactamente, en la casa macabea antes del fichaje permanente por Nike de los amarillos. Para la ocasión no se esmeraron de la misma forma que con sus coetáneas, la camiseta era muy sencilla, quizás lo más reseñable era que Reebok usó el logo vector por última vez (en la 2001-02 ya venía escrito), en mitad de la prenda aparecía la sempiterna publicidad de Elite que venía patrocinando al club desde 1969 (y aguantó hasta 2008), y lo más curioso era que los números del dorsal trasero venían aterciopelados, muy agradable al tacto pero ni me quiero imaginar lo que debe molestar con el sudor. Por si fuera poco, el tejido de rejilla tampoco parece muy resistente, eso sí, al menos lo endeble de la prenda también la hace liviana.
Ser yugoslavo en la década de los 90 era todo un orgullo si jugabas al baloncesto, pero también te ponía muy caro jugar en la selección. Eso le pasó a Radisav Curcic, un center que se distanciaba de otros congéneres como Radja, Paspalj o Divac, pero que era un auténtico titán dentro de la zona. A pesar de sus 2,05 se convirtió en el terror de los ataques rivales haciendo valer sus más de 120 kg, que se lo cuenten a Mourning por ejemplo. Il bisonte de Cacak (así le llamaban en Italia) fue contra todo pronóstico uno de los de los primeros europeos en pisar la NBA, aunque sin mucha fortuna, salió por la puerta de atrás de los Mavericks pero la experiencia le valió para ganarse buenos contratos en Europa, sobre todo en Israel: Hapoel y Maccabi, se rumorea que el fichaje se gestó en un restaurante junto a Mony Fanan durante las finales del 99, antes de fichar por los amarillos. Y aún con todo ese CV, solo disputó el Mundial del 90 con su selección. Bendita generación.
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